
A un año de su publicación, Catálogo de Materías Pendientes (vol. I) es el álbum con el que Rafael Pino profundiza su obra como narrador de historias. En esta primera producción discográfica que firma solo, alarga la línea del juego entre melodías y palabras que tanto le gusta.
Cuando Rafa Pino canta pone el miedo en suspenso. Sin que lo veamos, mete la mano dentro del bolsillo y frota la superficie de la certeza con los dedos. Atraviesa la duda con el filo de su voz, hace ver a los incrédulos y los invita a pactar con mundos posibles que se van creando a medida que los nombra. Catálogo de Materias Pendientes (vol. I) es su primera producción discográfica en solitario: un trabajo hecho a fuego lento donde desdobla sus dudas en un proceso creativo que sostuvo rodeado de amigos.
“Hablaba hace poco con un par de personas que por cariño me recomendaban – a partir de su gusto – que le cambiase el nombre al disco. Uno de ellos es escritor, está relacionado con las bellas artes y decía que las materias pendientes proyectaban una imagen de algo que no había sido concluido.” Su voz suena muy cerca del micrófono. Incluso en una nota grabada apresuradamente por WhatsApp, se descubre la suavidad de sus agudos que contrasta con un tono más profundo para acentuar palabras más serias. Se disculpa, van cinco notas que pasan el minuto y aún no llega a responder la pregunta que le hago. “Discuúlpame, es que acabo de dar clases y termino todo soyao.”
Pero la dispersión parece más bien, una arista de esa capacidad que tiene Rafa para construir caminos de tierra cuando habla. Las palabras florecen, pronuncia una y nacen dos más. Es como si su lengua fuese tierra fértil y su saliva abono bendito. Hierven de su boca: saltan, se desbordan, es inagotable. Por eso cuando comienza a hilar un relato que explique cuáles son su materias pendientes, es como si una muñeca rusa se abriera. Rafa responde a su propia necesidad de narrar al mundo, y en ese pulso es donde realmente existe. Sostiene una voz femenina incluso desde lo que nombra.
El audio continúa: “Me hizo caer en cuenta de cuál había sido la intención de este nombre y por qué me sentía tan profundamente identificado con él y es que básicamente uno en el arte está en un proceso infinito de aprender. El asunto pendiente siempre es mejorar: cerrar una etapa y seguir adelante.”
Rafael Pino nació en el valle de Caracas y desde temprano se descubrió como un buscador incansable. Dejó la carrera de ingeniería que estudiaba en la Universidad Simón Bolívar para escaparse a la Escuela de Músca Ars Nova. Estudio allí unos años, pero tampoco se quedó. Saltó hacia el laboratorio de aprendizaje musical más complejo y divertido que existe: el escenario. Comenzó a girar con bandas para empezar a hilar el proceso de creación colectivo que tanto le interesa. Se trataba de un camino de doble vía: mientras el afuera iba andando – las giras se prolongaban y él aprendía a crecer – Rafa iba alimentando los recuerdos, llenando de imágenes los rincones de su alma para empezar a escribir canciones.
De ese momento a mayo de dos mil veinte, el trayecto ha sido largo. Con este álbum Rafa dio vuelta al registro fotográfico de su vida: husmeó debajo de la mesa, sacudió el mantel, revolvió gavetas y miró debajo de la cama aunque estaba oscuro. Destripó el orden del mundo y le dio un huso horario nuevo a las pesadillas y a los sueños. La certeza y él llevan años en un juego de cazador-cazado donde cada uno ha descubierto cosas propias en el reflejo del otro.
Después de varios años produciendo discos para diferentes artistas de la escena musical venezolana, de formar parte de la alineación de bandas como McKlopedia o Afrocódigos, después de las múltiples giras por Europa y Estados Unidos con El Tuyero Ilustrado, de producir y trabajar con bandas de la escena alterativa caraqueña, Rafa se mudó a Bogotá. Y entonces llegó el momento de ponerle orden al conjunto de canciones más personales que llevaba acumuladas. Catálogo de Materias Pendientes (vol. 1) es el resultado de una búsqueda íntima a nivel lírico y colectiva a nivel musical.
Dos mil veinte fue un año complejo que, motivado por el encierro, acelero procesos ínitmos. El arte tendió puentes y fue refugio para todos en medio de la incertidumbre. De la escena local, artistas dentro y fuera de Venezuela sumaron canciones para que el movimiento artístico siguiera andando. Con discos arriesgados y elocuentes, hurgaron en la nostalgia colectiva y dibujaron paisajes nuevos al terreno de la fusión. Orestes Gómez con MCklopedia, La Paga Trinidad, Gerry Weil, Proyector Escalante, Apache, Cheo, Arca, Wajuu y Raúl Monsalve y los Forajidos fueron algunos de los músicos que jugaron con los géneros para armar discursos nuevos, íntimos y furiosos. Impregnaron de identidad la fusión como consecuencia del contacto con escenarios nuevos en otras partes del mundo. De a poco nos han ido sacando de la rigidez del algoritmo para abrir el panorama hacia una escena – pequeña – pero diversa.
Catálogo de Materias Pendientes (vol. 1) es hijo de ese proceso, porque irrumpe en la discusión sobre el folklore. “Si quieres pescar la expresión en su forma pura, te vas al sitio de donde es oriunda, pero ese proceso en el que se estiliza una fuente y la haces una experiencia de tarima, ya eso deja de ser tradicional”. comenta Rafa. En este sentido sabe – y lo defiende – que el suyo es un disco inspirado en la tradición pero que no es tradicional. Su sonido nace de la boca de un cumaco, pero juega con elementos del jazz. A Rafa le gusta la posibilidad de crear música con cualquier estética, pero sostenido de esa raíz. Un proceso similar fue el que transitó un año antes Vicente García cuando presentó Candela: un álbum que deconstruye el sonido del merengue dominicano para mezclarse con elementos electrónicos. Después de un viaje profundo por las manifestaciones culturales de la República Dominicana, Vicente logró encontrar un sonido propio sin perder identidad.
Sin embargo, pareciera que con Rafa – de cualquier modo – todo vuelve y encuentra su punto de origen en las palabras. Su relación es tan cercana, que es inevitable no sospechar que son ellas las que lo eligen a él y no a la inversa. En las 10 canciones que conforman el disco, hay historias de amores y miedos, de mujeres fatales que destripan enamorados con dulzura, de aviones tristes y lunas que sueñan despiertas, canciones que se hacen cuento o melodía de cuna para sostener criaturitas en los brazos y ayudarles a dormir. De a poco, la línea de la que emergen esas historias, va dibujando el rostro de su musas y obsesiones. Este disco es su armario, su cajón fijo, porque le ha dado dimensión y cuerpo a su proceso humano y creativo.
Rafa, de una manera inesperada ha tenido la responsabilidad incómoda – y quizás no solicitada – de ser la voz que exclama las verdades que no nos gusta escuchar porque tocan la fibra de nuestros temores. Narra en el código de la cotidianidad hecha arte, la lucha con nuestros demonios colectivos: la ignorancia, la trampa de los sueños, el olvido, el subconsciente y la caída inevitable de quienes han sido condenados desde el principio al vacío. Por eso insiste en la canción como puente y en la promesa del reencuentro. Su música es una pausa necesaria para comenzar un enunciado nuevo que se nombre fuera de la tiranía de la inmediatez, de las listas y de los cuadros que fijan posiciones a partir de algoritmos cada vez más enmascarados y truchos.
Catálogo de Materías Pendientes (vol. I) es el disco al que vamos a volver cada vez que sea necesario revisar quiénes eramos, qué somos y en dónde ha estado el pulso de nuestra conciencia en tiempos complejos.