Sebastián .Otero: algo más que miel y mantequilla.
Entrevistas, Música Feb 08, 2021

Caminar por las calles de San Juan, Puerto Rico, es tropezarse con las imágenes que Sebastián Otero ha ido guardando para su colección de canciones. La casualidad hace que su música se transforme en un juego constante de dulzura y magia.
Bajo la línea curva de un cielo azul infinito, los gatos cruzan las aceras de San Juan, se tienden en las plazas con una pasividad que ya desearían tener los humanos. Evidentemente, saben algo que nosotros no. Amarse, dicen, debería ser un ejercicio tan sencillo como transitar un bulevar o perderse en los callejones de la isla para encontrar algo asombroso.
Sebastián mira todo a su alrededor con la misma calma con la que aprendió despedirse y con la misma fuerza peligrosa con la que el mar sostiene barcos y sueños. El asunto con la nostalgia es que combina con una destreza encantadora la capacidad de cualquier individuo para recordar e imaginar. Ahí se extiende la complejidad de la trampa y la belleza de la música de Sebastián: conserva la cadencia del ir y venir de las olas, pero la velocidad de su verso fluido recuerda a las lluvias inesperadas que bañan la isla y levantan el aroma encantador de la tierra mojada.
El paisaje siempre termina por escurrirse en nuestra identidad artística. En esas variaciones, Sebastián Otero es un artista que es necesario mirar de cerca y escuchar en silencio. Empezó en la música siendo un niño, tomando lecciones de violín a los cuatro años. La relación que tiene con la vida es tan estrecha e íntima como la que ha ido construyendo con ese instrumento: casi con la misma gracia aprendió a nombrar el mundo.
A los 15 años obtuvo una beca para participar en el Summer Program de Berklee College of Music. En 2019 culminó sus estudios en Etnomusicología y Estudios Latinoamericanos y Caribeños. Desde entonces, comenzó a construir su propia historia con la diáspora y entendió la importancia del lenguaje.
En octubre de 2020, Sebastián estrenó “Juyendo” el primer sencillo de la nueva producción en la que está trabajando. Es el segundo artista que sale bajo el sello de La Casa del Sombrero, el label independiente con el que Eduardo Cabra también anunció su faceta como solista con Cabra. “Juyendo” es la primera muestra de la fusión, la diversidad de géneros, los colores, texturas y sonidos con los que a Sebastián le gusta jugar.
Tomaste una pausa en la práctica del violín después de que tu profesora falleciera y descubriste en la danza una forma de expresión alternativa. ¿Podrías contarme un poco de ese proceso?
Empecé en el violín a los cuatro años y la instrucción de esa rama artística fue a través del violín, tuve el privilegio de tener a una maestra increíble que se llamaba Gisela García Casilla, que plantó una semillita muy fuerte de cómo llevar la música – en especial la música clásica que fue por donde empecé – a espacios donde no es común que suene, como en comunidades que han sido marginadas institucionalmente. Fueron cinco años hermosos y cuando ella murió, llegó el punto en el que no podía ver el violín en mi casa porque me ponía muy triste, me ponía a llorar. Entonces mi papá y mi mamá tratando de consolarme y ver de cuál manera podían mantenerme dentro de las artes, me preguntaron qué otra cosa quería hacer. Me dijeron que podíamos reducir un poco la práctica del violín, que no tenía que ser todos los días ni por veinte minutos, que era lo que hacía en ese momento. “Y si quieres hacer otra cosa – recuerdo que me dijeron – pues dinos.“ Ahí les dije que quería aprender bomba puertorriqueña y me pusieron en una escuela que se llama Tan Boricua. Tenía el interés por aprender los ritmos en los barriles, pero también viendo el vínculo tan cercano entre el barril, el bailador y la bailadora, pues también me adentré a jugar con mi cuerpo.
Y a partir de ahí comenzaste el trabajo corporal sobre el escenario…
Exacto. Te puedo decir que esa conexión luego no fue algo tan súper consistente en mi vida, pero cuando estoy en un escenario, sí. Soy consciente de mi cuerpo, de cuáles movimientos quisiera hacer, cómo sentir la música y cómo proyectarla con un lenguaje corporal. A esto le añado que he tenido algunas experiencias de teatro – como campamentos de verano – y he actuado en una que otra obra, la más importante fue en la universidad. Trato de añadir ese elemento teatral en mi música, que también está súper conectado con el cuerpo y cuando hago música en vivo, trato de ser muy consciente de cómo me muevo. En el video de “Juyendo” , por ejemplo, traté de incluir movimientos y seguir una coreografía para darle como más redondez al asunto.
Precisamente, ahora que lo mencionas, Juyendo tiene una mezcla de ritmos muy rica. Es información encriptada sobre tu ADN boricua, pero también hay una interpretación propia de tu generación: hay algo de plena, de trap, cantas y también rapeas. Es guaguancó deconstruido como dijiste una vez. ¿Cómo fue el proceso de crear un pieza que reuniera tantos estilos y que a la vez se mostrara como algo muy tuyo?
Ahí mucho tiene que ver con Eduardo Cabra, cuando yo le presenté la maqueta de “Juyendo”, ya tenía la idea de que se metiera un guaguancó, principalmente en las tumbadoras. A Eduardo le parecía que esa idea iba a funcionar súper bien, pero que había algo que podíamos explorar: ver cómo tomar esos patrones y picarlos un poco. Es decir, no hacer todos los toques del guaguancó, sino quitar uno que otro y acoplarlo a esos espacios que nos iba dando la pista. De manera teórica fue como: ok, lo entiendo, pero no tenía muy claro cómo íbamos a lograrlo en la práctica, cómo ir decidiendo qué poner y qué no. Cuando nos sentamos a grabar con Diego Centeno, ahí fue que nos dimos cuenta. Fue un proceso muy intuitivo y muy espontáneo. En las percusiones, por ejemplo, construimos sobre la marcha. De esa manera logramos que en vez de poner todos los toques de la clave dos, tres del guaguancó, pues hubo un toque que eliminamos. Se siente más como dos toques y luego dos toques, hay un pequeño silencio ahí, como una nota silenciosa. Por ahí fue la cosa.
Cuando le presenté la canción a Eduardo, ya yo le había puesto los vientos, pero los tenía en formato electrónico. Sentía que esa línea evocaba un ambiente de fiesta y tuve sentimientos encontrados porque no quería que, necesariamente, este tema fuera de fiesta. Entonces le metimos unos efectos a los trombones, le pusimos distorsiones y un poco de sucio para que al final saliera ese sonido más agresivo que tiene la canción.
Es la fusión en el sentido más estricto…
Yo creo que cuando uno habla de fusiones musicales, muchas veces sientes que es una suma de elementos, pero no necesariamente eso se traduce a una combinación nueva, al menos desde mi punto de vista. Cuando trato de hacer alguna combinación muy evidente, trato de hacerlo de una manera en la que el resultado no sea ni lo uno ni lo otro. Es como si estuvieras pintando una pared y no puedas notarle las diferentes capas. La idea es que se sienta al final como un lienzo unificado.
Un poco la sensación que queda cuando escucho a Mayra Andrade, que es una artista cuya música te ha influenciado mucho y que mezcla ritmos y géneros, pero sin perder su identidad…
¡Totalmente! Pienso en Mayra Andrade también por la experiencia que tiene de haber vivido en varios países. Nació en Cuba, se crió en Cabo Verde, pero también – si no me equivoco – vivió en Ghana, Angola, Paris, Alemania y Portugal. Indiscutiblemente eso ya crea una amalgama de sonidos que en una mente tan creativa como la de ella, se nota y hace que su propuesta sea así de clara, hermosa y bien lograda.
En “Juyendo” juegas con el lenguaje como recurso político. Entiendo que en Puerto Rico está asociado a la necesidad de mostrar la complejidad de la situación política, marcada también por el estatus de colonia que tienen. ¿Podrías explicar qué representa para ti y tu generación el lenguaje en la búsqueda de una identidad política y en el despertar colectivo que tuvo Puerto Rico en los últimos dos años?
Qué maravillosa esta pregunta, pues sí. Desde el título estoy acercándome un poco a una palabra que usa bastante la comunidad dominicana: juyendo (en vez de huyendo). Tiene una fonética que es característica del Caribe hispanoparlante, la de cambiar la h por la j. Ya de entrada estoy empezando a crear ese diálogo con la región. Reconozco la sabiduría que hay en los refranes y en las expresiones populares, por eso son cultura popular y quería jugar un poco con esa idea, utilizando los elementos que escuchamos en la calle, de íconos populares que están muy cercanos a nuestro día día, como Ismael Rivera o Tego Calderón. Por ejemplo, hay una frase en Puerto Rico que dice: “esto es un arroz con culo” y quiere decir que esto es un rebolú, un desorden. Conscientemente en la canción cambio esa frase y la dejo como: “se acabó la dieta de culo con arroz” para no decirlo explícitamente, sino que sea una decisión creativa donde está la mano mía puesta.
¿Y cuál es la simbología del machete en el imaginario popular?
El machete es otro elemento importante porque es un símbolo del campesino, del pueblo. Al mencionarlo, quería crear el diálogo con algunas luchas en el Caribe. El uso del machete se extiende hacia otros movimientos, algunos horribles, como el genocidio en Ruanda, donde ese era el arma principal. El machete tiene una carga muy violenta, pero también es un símbolo que usa el grupo independentista militante llamado Los Macheteros. Trato de dialogar con todo eso: no insertarlos directamente en el tema o suscribir la historia de cada uno en la conversación, pero sí me parecía importante seguir resaltando esos movimientos que han sido invisibilizados. La realidad es que se ha hecho toda una construcción institucional que no es la que debería ser.
“Quien le caiga el sayo, que se lo ponga” es un refrán que también tiene variaciones en todo el continente…
Sí, acá en Puerto Rico se dice: al que le caiga el sayo que se lo ponga, pues también tiene variaciones: “el que le caiga el sello, que se lo ponga”. En Perú dicen: “al que le caiga el guante, que se lo achante”. En México es: “al que le caiga el saco que se lo ponga”. Quería utilizar esta imagen que conectara con otras comunidades también. Y dentro de todo quería usar un imaginario que se distanciara un poco del discurso a veces panfletero y extremadamente directo y político. Me parece fundamental que eso exista, pero también tengo otras inclinaciones creativas que quiero explorar con el registro del lenguaje.
La diáspora ha sido un aspecto fundamental en la construcción de la identidad de Puerto Rico. En tu música, en canciones como “El Viejo de San Juan”, se ve claramente ese conflicto: la diferencia entre el que se queda y el que se va. ¿Qué ha significado la diáspora para ti? ¿Crees que hay una reinterpretación de esos procesos, pero ahora vistos desde la inmediatez?
Hablando sobre esa construcción de identidad – que viviendo en una colonia es un trabajo que no termina – estamos ahí como en un limbo todavía. Específicamente con “El Viejo de San Juan” quería plantear un poco la diversidad de vivir la identidad puertorriqueña. Mi papá, por ejemplo, nació en Nueva York y vivió ahí hasta los cinco años, luego vino a San Juan, después se fue a los Estado Unidos a estudiar un tiempo. Trabajó allá, fue maestro, vivió como por 10 años y ya de adulto, regresó. La poesía de Pedro Pietri que es un poeta nuyorican, me sembró esa semilla de ese otro país que hay en Estados Unidos, principalmente, que es donde está la mayoría de la diáspora puertorriqueña.
Entonces sí, había un interés por entender un poco de qué manera se puede vivir esa identidad puertorriqueña y problematizar un poco el discurso de que quien se va es porque enganchó los guantes, recogió los bultos y se fue. No se puede culpar a quien se vaya, sino a la situación que obliga a la persona a irse del país. Trato de pensar en eso de la identidad puertorriqueña dentro de esa meta data que tú muy bien mencionaste anteriormente. Creo que mi experiencia de estudiar en los Estados Unidos en la ciudad de Providence en el bachillerato me abrió los ojos a nutrirme de la cultura anglosjaona, no solo la estadounidense. Tuve la oportunidad y el privilegio de estudiar en una universidad con mucha diversidad en la comunidad estudiantil y creo que eso se nota mucho en algunos de mis sonidos. La conexión con el R&B, con el broken beat, con el funk que también está por ahí, es porque son géneros que escuché más cuando estaba en la universidad. Es el paisaje sonoro al que llegas, no porque lo pongas en tu celular, sino porque está alrededor tuyo.
¿Te interesaría escribir en inglés?
Me nace naturalmente escribir en español, pero fui parte de un colectivo en la Universidad que se llamaba Richard y ahí si escribí una que otra cosa, no completamente en inglés pero si en una que otra línea. Tengo una canción que se llama Memoria Fragmentada, que no he grabado aún, que por lo general toco en vivo y en el coro hay unas líneas en inglés. Creo que si me dicen: “mira, por favor, haz una canción en inglés, la podría escribir”. Creo que si me planteo hacer una canción en inglés o hacer canciones bilingües, sería un reto chévere, algo que me encantaría explorar, igual que el francés que no lo hablo perfectamente. Mientras más pueda comunicar lo que pienso, en cualquier aspecto, lo voy a hacer. Me encantaría explorar esos campos, expandirlos e incluir otros idiomas. A mí la fonética me parece maravillosa y me parece increíble que la gente puede conectar con un mensaje aunque no entienda. Eso fue un elemento esclarecedor en la universidad, cuando me presentaba en español, recibía comentarios de gente que no lo hablaba, pero me decía: brother, tus inflexiones, la manera rítmica en la que dices las palabras me hacen notar en dónde estas rimando. ¡Y siento que sí! Me pasaba a mi con Eminen, de hecho. Yo no lo entendía a los 8 años, pero me volaba la cabeza con sus voces, con la teatralidad en la manera en que rapeaba. Yo estoy abierto a explorar, definitivamente.
Eres el segundo artista que sale firmado con La Casa del Sombrero, el sello discográfico independiente de Eduardo Cabra. ¿Cómo es trabajar con una persona que no está del lado ejecutivo de los grandes labels, sino que entiende la dinámica de la música independiente y de los artistas noveles?
En lo poco que llevo conociendo a Eduardo, no ha parado de sorprenderme con su interés y generosidad de trabajar conmigo. Es algo de lo que estoy profundamente agradecido y emocionado. Desde que me llamó para Trending Tropics han pasado muchas cosas: me dijo para producirme el EP, luego me dijo que me quería para Cabra y después me mencionó que estaba armando la disquera y que quiere hacerme parte del proyecto. Han sido muchas sorpresas geniales. Ahora, dentro de este proceso de trabajar con él, no solo como productor sino como director de La Casa del Sombrero, me parece genial que juegue el mismo papel porque acerca muy bien, como dices, el apoyo de la disquera en función de la obra creativa y del arte. Es justamente eso de lo que carece la mayoría de las disqueras multinacionales y quizás otras más pequeñas.
Yo no tenía en el panorama firmar con una disquera ¡y me encanta! Valoro mucho la autonomía que trae una carrera independiente, pero decidí trabajar con Eduardo por eso mismo: porque es una persona que lleva toda su vida navegando este mundo. Es un monstruo que ha tenido sus obstáculos y ha aprendido de todo eso, es una persona que quiere desarrollar talento nuevo y sé que le nace de un lugar muy bonito. Tengo su apoyo, no solo de conexiones sino de estrategia, de planificación y en lo económico para hacer inventos que de otra manera – ahora mismo – sería más complicado poder concretar. La verdad me siento súper feliz.
A lo largo de este tiempo han sido muchos diálogos. Yo creo que en el estudio a veces hablamos más de lo que creamos y lo valoro en cantidad porque siento que con un productor musical, además de trabajar en la obra creativa, es necesario tener ese tipo de conversación: el debate sobre propósitos y cómo navegar esta industria. A la misma vez, Eduardo es un productor que no solo es un genio en el aspecto creativo, sino que también entiende este otro lado del negocio.
¿Podrías contarme un poco del EP en el que están trabajando?
Fíjate, ya creo que podemos llamarlo disco, en vez de EP. Nos planteamos hacer varios temas más. ¿Qué quisieras que te comentara?
Más que todo al asunto de los estilos y la exploración sonora. Si bien habías dicho que “Juyendo”, el primer single, tenía una carga política fuerte, pues no todas las canciones van a estar enfocadas en ese tema. En tus trabajos anteriores está la nostalgia, la diáspora y temas más enfocados al amor, además de todo los géneros que mencionaste anteriormente. ¿Va a seguir siendo así?
Creo que sí, estoy haciendo una continuación en temáticas. Quedan algunos temas por crear, que son los que se van a incluir para hacer el disco. Musicalmente, hay una exploración de elementos electrónicos: sintetizadores, por ejemplo. Voy dejando un poco al lado a la guitarra como elemento principal que encamina la composición. Hay mucho uso de la programación de la batería y otros elementos percusivos. Sí – como quiera – hay elementos orgánicos: hay bajo, hay percusiones también. Estoy tratando de acercarme a otras texturas en la voz, que suene diferente cada tema, pero sin dejar de ser yo. Hay un tema un poco irreverente que tiene que ver con no tener ganas de ir al trabajo, de sentirme con ganas de hacer otras cosas y está un poco influenciado por un poema de Pedro Pietri sobre la idea de sentirse tan bien que lo único que quieres es quedarte en tu casa.
Hay un tema de romantiqueo, pero es un romantiqueo un poco triste: la nostalgia de algo que ya acabó y cómo queda el recuerdo de esos olores, de esas imágenes. También estamos viendo de qué manera hacer un merengue mezclado con otra cosa que todavía no sabemos qué va a ser. Hay algunos elementos de afrobeat y estoy oscilando entre rapear y cantar, que es algo que ya está bastante definido dentro de mi propuesta, que quiero seguir cultivando. Que la gente que me escuche sepa que ya se enfrenta a Sebastián rapiando, Sebastian cantando y luego la mezcla de las dos. Vamos a meterle arreglos de cuerdas, los vientos también me gusta incluirlos de alguna manera. Yo creo que por ahí se va moviendo la cosa: el efecto del autotune que también me gusta explorarlo, no como remedio para una limitación necesariamente de afinación, sino como otro recurso sonoro y de exploración creativa.
¿Cómo está la escena musical en Puerto Rico en este contexto de pandemia?
La cosa está activada con la gente produciendo material, grabando y creando. Previo a la pandemia, creo que la escena estaba viviendo un momento buenísimo de mucha actividad y de muchas propuestas nítidas. Se sentían las ganas y el apoyo: la gente iba a los shows, comentaba, defendían las propuestas que les tripeaban. Yo creo que cuando ya se puedan hacer conciertos en vivo, lo que va a ocurrir es que se van a intensificar esos sentimientos. Va a haber encuentros – no solo en PR – sino en general, entre la audiencia y los artistas en los espectáculos. Va a ser maravilloso porque se va a crear una conexión hermosa. También creo que se va a intensificar ese aspecto colaborativo de montarnos en temas de otra gente. Quizás también es que yo soy muy optimista e idealista, pero prefiero que sea así y si no resulta como lo pensé, pues sentir que lo hice y que trabajé para que se dieran las cosas. Yo lo veo bien, hay ganas de meterle.